Cuando La Soledad Me invade

Los insectos revoloteantes de puro dolor, es la tristeza que embarga a cada corazón.
La noche que se oculta, ni sus estrellas han querido salir.
Ahí se ve a la luna gritar, su soledad eterna la hace desvariar.
Hay un perro ladrando, es su olfato que ha olido al mismísimo miedo, es el que proviene de mí, haciendo que las ratas se alboroten entre tanta basura llenada con la inmundicia.
Los gatos con mirada brillante, atemorizantes y ocultos detrás de su misma sombra.
Nadie sale, nadie se mira, sólo es el viento que ondea su propia voz.
Los cuervos que no temen en su andar, son como murciélagos que fingen su felicidad.
Sonidos que van, sonidos que vienen, los oídos que no los captan, ya que no hay dirección ni mucho menos la brújula que indica si es norte o es sur.
¿Qué hay?
Díganme, ¿Qué hay?
Por qué nadie responde, suspiren, ¡hablen!, no me dejen solo.
Ya no quiero entonar más mi llanto otra vez.
Quisiera dejar mi pasado allá atrás, pero cada vez que volteo lo puedo mirar.
Las nubes que a mi camino ocultan, ya ni veo hasta al amor que me dice cuidar.
Allí está la lluvia, imponente, muy segura a la hora de mojar, pero a quién cobijará cuando el frío nos logre atacar.
La hoja que es arrugada, ya posee letras viejas, muy amarillas y casi borradas por la crueldad de un tiempo que pasa y no se detiene.
Las miradas que están atónitas, ellas intentan buscar al que escribe, pero quién es, dónde está, si no existe el escritor.
Sólo hay una tinta, pero qué escribe, cuál es su inspiración, si no tiene ni a su propio corazón.
¡Ha!, qué absurdo, esto parece algo paranoico, ya que ni sé lo que digo, lo que hago, ni mucho menos lo que escribo.
Quizás, esto es lo que hago, cuando es la soledad que me invade.

14/12/05 Por Danny Sánchez.